Discrepancia vs. Enfrentamiento

La discrepancia es temida en muchas empresas y en muchos casos se evita por miedo al enfrentamiento. Esto limita el crecimiento que aportan las diferentes maneras de afrontar una decisión o un problema. A través de la discrepancia las personas son capaces de cuestionarse las cosas, explorar nuevos caminos y buscar nuevas soluciones a viejos problemas. Ayuda a que los grupos desarrollen su inteligencia colectiva, una inteligencia que depende, fundamentalmente, de los intercambios comunicativos entre sus miembros. La discrepancia es enriquecedora en las organizaciones, pero si se gestiona mal puede derivar en conflictos entre las personas. ¿Cómo discrepar sin enfrentarnos?

Cuando se evita la discrepancia, generalmente, es por miedo al conflicto. Y renunciando a contrastar opiniones e ideas se produce estancamiento. No todas las personas tienen la capacidad para discrepar correctamente. E incluso hay personas que enseguida entran en la forma más baja y cruel de manifestar un desacuerdo: el insulto. Es recomendable, por lo tanto, aprender a discrepar con elegancia. Puedes estar en desacuerdo sobre un tema, y puedes discrepar abiertamente sobre él sin entrar en conflicto. Para ello es importante escuchar con profundidad al interlocutor o interlocutores y entender que nada de lo que se diga debe tomarse de forma personal. No elevar el tono de voz. Dar argumentos constructivos sobre el punto central donde surge la discrepancia. Hacer ver a la otra parte, con buenos argumentos y razones contrastadas, por qué no está en lo cierto o por qué aquello que defiende no nos parece válido. Hay que saber contraargumentar con agilidad y respeto. Llegar a posiciones y acuerdos donde no tiene por qué haber un ganador y un perdedor.

La discrepancia no es un ataque, apreciado CEO.  En realidad, si sabes gestionarla, es una gran oportunidad para hallar acuerdos, aprender de los demás y alcanzar grandes logros. Me despido deseándote lo mejor para el 2019.